Anónimo, Sobre azotes.

Me gusta los azotes, ¿Y Qué?
Soy una persona completamente normal, con un plan de vida bastante común, con deseos y necesidades como cualquiera otra. Con una familia tradicional, que asiste a la iglesia cada domingo y come sus frutas y verduras diariamente.
Con amigos y compañeros entusiastas, brillantes y con una amplia gama de temas interesantes que traer a la plática en cualquier instante.
Todos hablan de lo mucho que les gusta Radiohead, de su nuevo tatuaje que les costó meses de ahorro pagar, de la tarea que siempre tienen pero nunca hacen o ya de plano de como emborracharse cada jueves para sufrir la asquerosa cruda el viernes.
Pero a mí me gustan los azotes.
Me excita sentir el contacto del metal, del cuero, de la madera o de lo que sea en mi piel.
Ese exquisito ardor entremezclado con cosquillas que suele provocar que mis sentidos vuelvan a la vida
de forma simultánea  y se dupliquen.
Me fascina gritar y vociferar nombres de extraños (y de conocidos) mientras ellos me golpean y hacen vibrar mis caderas.
Cada golpe despierta en mí una lascivia que es más grande que mi recato.
Y siento que mi alma está en el éxtasis más delicioso que puede existir.
A punto de mi desvanecimiento, el movimiento sigue y escucho como la tabla con la que soy castigada rompe el aire para cobrar su efecto en mi cuerpo.
¡Que maravilloso sonido! Sólo es un anticipo para mi posterior deleite.
Rápidamente salgo de mis lujuriosos pensamientos, no debo olvidar que mañana hay examen.


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