Imagíname.

Fue un día lluvioso, apagado.
Mis piernas me dolían y mi chamarra
empapada hacía recorrer escalofrios
por mi espalda.
Todo estaba gris y en un vagón
del Rosario me dí cuenta de la
cantidad de vagones vacíos.
Me metí en uno, se cerraron las puertas
y comenzó el frenesí.

Ese fue el mejor viaje de mi vida.

Escuchando mi respiración. Socializando.

Sonambulismo diurno.

Son los días grises, mis preferidos.
Todo parece estar sin ritmo.
El sentido de la rutina deja de existir y se transforma en confusión.
Rostros se ocultan bajo chamarras abultadas o abrazos cariñosos que parecieran querer proteger de una lluvia que no aparece.
Típica "asusta pendejos", gotas desfiantes a la paciencia. Diminutas molestias a la piel.
Los días abstractos, como me gusta llamarlos, son causantes de muchas reacciones: distracción, tedio, confusión, hidrofobia y migraña.
En mí, lujuria.




Somnolencia
















Me gusta sentirme mareada por las noches, aturdida.
Tal vez algo drogada por el sopor.
Me veo a mi misma como una criatura bastante extraña, excéntrica tal vez.
Reflexiono sobre las cosas que ocurren a mi alrededor, y llego a conclusiones que ya habían sido premeditadas.
Todo está en movimiento, y sin que lo percibas, las cosas más importantes pasan a ser irrelevantes.
Vive el presente y disfruta las noches.